Existe una gran verdad: “La educación de los estudiantes es netamente responsabilidad de los maestros”, es innegable esta afirmación. El maestro tiene la vocación, por no decirlo obligación de guiar y velar por la buena educación de sus estudiantes. Para eso se lo paga, dicen algunos.

 

Pero no olvidemos la gran responsabilidad que adquiere una persona al convertirse en padre o madre de familia. Desde el primer respiro tiene la obligación de dar todo de sí para que sus retoños crezcan en un ambiente saludable, con oportunidades, valores y especialmente con amor, hasta que esos pequeños seres, después de unos cuantos años, sean el orgullo de esa familia, con una profesión y con un futuro prometedor. Felicidades a estos padres y madres de familia que logran esa hazaña.

 

Hablemos de los otros, de aquellos irresponsables que traen niños por docena y se olvidan de alimentarlos, cuidarlos y educarlos… ¿educarlos? ¿Acaso no bastaba con llevarlos a la escuela y que los maestros se hagan cargo de eso? Algunos sabemos que no es así. Los padres son los primeros maestros, los que forjan el cimiento de sus hijos, los que con su ejemplo enseñan a comportarse, a luchar en un mundo que gira sin parar. Los maestros somos los sustitutos de los padres, los que vamos después, los que vemos el resultado de la educación en casa, los que a partir de esa base podamos guiarlos para que construyan sus propias visiones de la vida… 

 

Pero lamentablemente, algunos padres no se dedican a cumplir el rol encomendado, amparándose en el llamado “control social” se dedican a observar malintencionadamente el trabajo del maestro, criticando negativamente y muchas veces sin fundamento. Estamos de acuerdo en que los padres fiscalicen y garanticen, a través de su participación, una educación responsable y significativa para sus hijos, pero que lo hagan contribuyendo positivamente, respetando el lugar del maestro, no sólo como profesional sino también como persona.

 

La educación actual está basada en el respeto a los derechos de los niños, no es admisible el castigo corporal ni psicológico, esos tiempos ya pasaron; pero está surgiendo una nueva forma de violencia el “bullying escolar”, es necesario que los padres conozcan este nuevo fenómeno y a partir de ello tomen conciencia que la educación en casa es fundamental para detener esta ola de indisciplina y maltrato escolar. El comportamiento indisciplinado de los estudiantes en la escuela es consecuencia de una familia disfuncional, donde los padres no tienen autoridad sobre sus hijos.


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